

ENG: In the past, Bolivian highland flute makers personally sourced their musical bamboos by embarking on trips with pack animal caravans, traveling along pre-Hispanic trails in the La Paz Department (such as Sillutinkara, Choro, and Takesi). These journeys allowed them to maintain spiritual connections with mountain guardians and inherently limited the quantity of bamboo they collected. However, during the second half of the twentieth century, flute makers began to diversify their markets. They established a craft cooperative and tapped into the tourist trade. Those who learned the fundamentals of Western music theory and acoustics started crafting modernized flutes for urban folklore markets. As flute-making activities expanded, the demand for bamboo changed. By the turn of the millennium, flute makers gradually began outsourcing bamboo sourcing to external actors. Some of these middlemen view bamboo simply as a commodity, opting to clear-cut clumps to maximize their profits. Nonetheless, Ignacio Quispe still prefers to personally undertake the sourcing trips, as he believes it allows him to choose the bamboos that perfectly meet his professional standards. In September 2018, I joined the specialized musiñu maker Ignacio Quispe on a sourcing trip to the Arcopongo region, where the kjirki tuquru bamboos grow. The Aymara word kjirki refers to the ‘rough’ surface textures, meaning ‘rough to the touch.’ The kjirki tuquru is part of the Andean woody bamboo genus Aulonemia, though its specific species has yet to be scientifically/botanically described. I had previously attempted to travel to Arcopongo, but I had to cancel my plans due to violent armed conflicts among gold mining cooperatives in the area. Our journey took us past the crossroads to Choquetanga in the Kimsa Krus mountain range in Inquisivi province, where we witnessed the sun rising over snow-capped peaks amidst dense early morning fog. After a twelve-hour bus ride from El Alto, we arrived in Baja Minas and observed several bundles of kjirki tuquru tubes ready for transport. As we made our way to the páramo village of Umamarka—meaning ‘land of water’ in Aymara—we could see large tuquru plants with light green leaves from a distance, growing in the yungas páramo forest. Umamarka is located in the yungas páramo region, precisely at the altitude where tuquru bamboos can flourish. A short five-minute walk from the village took us to the upper yungas páramo forests. In Umamarka, we met Eduardo, a local tuquru collector. He had already gathered and dried internodes on the forest floor. Ignacio inspected the dried tuquru tubes and noted that some already showed black stains of decomposition. They had been left horizontally on the moist ground of the páramo grassland, which caused them to start rotting. He also observed that some internodes had been cut incorrectly, below the nodes instead of above them. Additionally, it appeared that the collector did not allow the tuquru plants to reach full maturity, as only tubes with smaller diameters of about one or two centimetres, typical for making souvenir qina or pinkillu flutes, were collected. However, for crafting professional musiñu flutes—the larger varieties known as eraso and saliwa in Aymara—Ignacio requires longer tuquru internodes with diameters of about four or five centimetres. These internodes can only be obtained from tuquru plants that have matured over eight to nine years of growth. This situation exemplifies how changes in the highland flute-making culture and economy have influenced bamboo sourcing practices in the yungas lowlands.
Kjirki Tuquru, Baja Minas, Cantón Arcopongo:






ESP: En tiempos pasados, los luriris recolectaban ellos mismos los bambúes musicales, emprendiendo viajes de recolección con caravanas de animales de carga y caminando por senderos prehispánicos en el departamento de La Paz. Estos viajes les permitían mantener relaciones espirituales con los guardianes de las montañas (achachila/awicha), lo que limitaba de forma inherente la cantidad de bambú que recolectaban. Sin embargo, durante la segunda mitad del siglo XX, los luriris comenzaron a diversificar sus mercados. Establecieron una cooperativa artesanal y se adentraron en el comercio turístico. Aquellos que aprendieron los fundamentos de la teoría musical occidental y la acústica empezaron a fabricar flautas modernizadas para los mercados de folclore urbano. A medida que aumentaban las actividades de fabricación de flautas, cambió la demanda de bambú. Con el cambio de milenio, los fabricantes de flautas comenzaron a externalizar gradualmente la obtención de bambúes a actores externos. Algunos de estos intermediarios consideran el bambú simplemente como una mercancía, optando por cortar macollos para maximizar sus beneficios. No obstante, Ignacio Quispe todavía prefiere realizar personalmente los viajes de recolección, ya que cree que le permite elegir los bambúes que cumplen perfectamente con sus estándares profesionales. En septiembre de 2018, acompañé al especialista luriri de musiñu, Ignacio Quispe, en un viaje de recolección a la región de Arcopongo, donde crecen los kjirki tuquru. La palabra aimara kjirki se refiere a las texturas superficiales ‘ásperas’, y significa ‘áspero al tacto’. El kjirki tuquru forma parte del género de bambúes leñosos andinos Aulonemia, aunque su especie específica aún no ha sido descrita científicamente/botánicamente. Anteriormente había intentado viajar a Arcopongo, pero tuve que cancelar mis planes debido a los conflictos armados violentos entre las cooperativas mineras auríferas en la zona. Nuestro viaje nos llevó más allá de la encrucijada hacia Choquetanga en la cordillera de Kimsa Krus en la provincia de Inquisivi, donde presenciamos el amanecer sobre los picos nevados en medio de la densa niebla matutina. Después de un viaje en autobús de doce horas desde El Alto, llegamos a Baja Minas y observamos varios amarros de tubos de kjirki tuquru listos para el transporte. En nuestro camino hacia el pueblo de Umamarka—que significa ‘tierra de agua’ en aimara—pudimos ver desde la distancia grandes plantas de tuquru con hojas de color verde claro, creciendo en el bosque del páramo yungueño. Umamarka se encuentra en la región del páramo yungueño, precisamente a la altitud donde los bambúes tuquru crecen. Una bajada corta de cinco minutos desde el pueblo nos llevó a los bosques del páramo yungueño. En Umamarka, conocimos a Eduardo, un recolector local de tuquru. Ya había recogido y secado los entrenudos en el suelo. Ignacio inspeccionó los tubos de tuquru y señaló que algunos ya mostraban manchas negras de descomposición. Habían sido dejados horizontalmente sobre el suelo húmedo del páramo, lo que provocó que comenzaran a pudrirse. También observó que algunos entrenudos habían sido cortados incorrectamente, por debajo de los nudos en lugar de por encima de ellos. Además, parecía que el tuqurero no permitía que las plantas de tuquru alcanzaran la madurez completa, ya que solo se recolectaban tubos con diámetros más pequeños de aproximadamente uno o dos centímetros, típicos para la fabricación de qinas o pinkillus turísticos. Sin embargo, para la fabricación de flautas profesionales de musiñu, especialmente para los registros más grandes conocidas como eraso y saliwa en aimara, Ignacio requiere entrenudos de tuquru más largos con diámetros de aproximadamente cuatro o cinco centímetros. Estos entrenudos solo pueden obtenerse de plantas de tuquru que han alcanzado su madurez tras ocho o nueve años de crecimiento. Esta situación ejemplifica cómo los cambios en la cultura y economía de la fabricación de flautas en las tierras altas han influido en las prácticas de recolección de bambú en los Yungas.
Maestro Ignacio Quispe revisando los culmos de Kjirki Tuquru:



El luriri escogiendo tubos:









